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Candidato mediático del PRI a la presidencia
Enrique Peña Nieto se proyecta con fuerza para las próximas elecciones
Lunes 13 de febrero de 2012, por ER. México
Con casi 46 años cumplidos, Enrique Peña Nieto ha logrado articular en torno suyo a una poderosa coalición política y económico-empresarial para proyectarse como el candidato más fuerte en las elecciones de julio próximo. Según muchos, grupos importantes de la oligarquía empresarial, financiera y de televisión (entiéndase Televisa) han podido constatar la ineficacia e inoperancia de los gobiernos panistas (Fox, de 2000 a 2006, y Calderón, de 2006 a 2012), razón por la cual no tendrían problema alguno en apoyar para 2012 a EPN, quien fue gobernador de su estado de 2005 a 2011.
Originario del Estado de México, forma parte de uno de los grupos políticos más poderosos del país, el llamado Grupo Atlacomulco (lugar de donde él mismo es originario): creado en torno de dos figuras fundamentales para la historia del México contemporáneo, sobre todo por lo que atañe al acompasamiento de la configuración del Estado "capitalista-nacionalista" mexicano y la del régimen priísta que gobernó al país desde fines de la revolución (la década que va de 1929 a 1938 puede considerarse como la fase de consolidación y fin de la Revolución mexicana) al año 2000: Isidro Fabela (1882-1964) y Carlos Hank González (1927-2001).
Durante buena parte del régimen priísta, este grupo ha sido siempre variable política independiente en los momentos de definición política fundamentales, apoyando a candidatos a la presidencia y a otros espacios de poder político: José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari, Roberto Madrazo.
El otro grupo importante al interior del PRI es el que se articula en torno de Luis Echeverría Álvarez (1922), presidente de México de 1970 a 1976, y secretario de gobernación de 1963 a 1969 (el 68 mexicano tuvo lugar cuando él y Díaz Ordaz, presidente del 64 al 70, controlaban con mano dura al país) y Fernando Gutiérrez Barrios (1927-2000), político y militar, de mano dura también y pieza clave en la organización de los servicios de inteligencia del Estado mexicano: fue director de la Dirección Federal de Seguridad de 1964 a 1970.
En la disputa por la candidatura del PRI a la presidencia, Peña Nieto estuvo midiendo fuerzas con Manlio Fabio Beltrones, senador de la República que pertenece, precisamente, a la órbita del grupo Echeverría-Gutiérrez Barrios. Cuando la candidatura de las izquierdas se definió en favor de Andrés Manuel López Obrador en meses recientes, Beltrones anunció, con sorpresa para muchos, que declinaba en sus aspiraciones en favor de EPN. Sin haber en realidad ofrecido la resistencia y la beligerancia que muchos esperaban, el senador Beltrones dejó despejada la pista para que el mexiquense pudiera perfilarse ya como candidato único ("de unidad", les encanta decir a los políticos profesionales) del Partido Revolucionario Institucional.
Su candidatura estaba anunciada desde mucho antes, toda vez que hubo de ser a través de TELEVISA como su promoción mediática lo llevó, durante los años que gobernó el Estado de México, a los más altos niveles de conocimiento y aceptación en la opinión pública. Mientras Marcelo Ebrard, Jefe de Gobierno del DF y uno de los políticos más consistentes, capaces e inteligentes del país no tuvo nunca una cobertura mediática proporcional a su calidad de gobernador de la capital de la República, Peña Nieto, que está a miles de leguas de Ebrard en cuanto a capacidades políticas e intelectuales, fue durante años la estrella política de relumbrón de TELEVISA. Esto es lo que lo ha puesto en realidad como el candidato más fuerte, en estos momentos, en la contienda por la presidencia de la República. Según los sondeos de opinión, EPN obtendría alrededor de un 40% de los votos, mientras que Vázquez Mota y AMLO estarían luchando por el segundo lugar, alrededor de los 20 o 25 puntos porcentuales. Algunos analistas plantean, de hecho, que la elección presidencial se definirá en función de quien logre ocupar el segundo lugar en las preferencias: si entre uno y otro (Vázquez Mota y AMLO) no se establece una diferencia mayor a los 10 puntos porcentuales, manteniéndose ambos entre el 22 y el 24% de la votación, EPN ganaría manteniendo el amplio margen de 40 puntos con que ahora cuenta.
Pero si, de aquí a mayo, entre el segundo y el tercer lugar se establece una diferencia de, como decimos, 10 puntos porcentuales, entonces se activaría el efecto "voto útil", según el cual, ante la disputa clara entre dos contendientes nada más, se podrían inclinar las cosas para hacer que ese segundo lugar repunte en la recta final de la elección.
Todo esto por cuanto a las estadísticas y la numerología. Político-ideológicamente el PRI de Peña Nieto está inmovilizado entre su pasado nacionalista (muchos hoy ex-priístas nacionalistas, como Manuel Bartlett, Arturo Núñez o Manuel Camacho, militan o en el PRD o en el PT o en MORENA) y las fuerzas e intereses de reorganización económica e ideológica neoliberal (impulsadas sobre todo por Carlos Salinas de Gortari): EPN se ha manifestado favorable a la inversión extranjera en PEMEX, pivote fundamental dentro de la estructura del capitalismo de Estado mexicano que es en realidad la clave del antagonismo político para los próximos años.
Debemos decir en todo caso que las alternativas, en el terreno de la economía política, se mueven todas (tanto las de MORENA como las del PAN o del PRI) dentro de las coordenadas del capitalismo keynesiano, siendo precisamente las variables geo-estratégicas como el petróleo, los energéticos, las telecomunicaciones o los activos bancario-financieros las que definen los ejes de tensión política definitorios de la dialéctica de poder real dentro del Estado (de todo Estado en realidad).
Tenemos en todo caso un escenario donde el candidato del PRI se perfile como el enemigo a vencer, Enrique Peña Nieto: un individuo de pocas capacidades intelectuales y retóricas (recorrió el mundo el desafortunado encuentro en la FIL de Guadalajara cuando no supo responder por los tres libros que más le habían influido), con 46 años de edad, con una poderosa maquinaria político-electoral y de poder económico-empresarial que lo respalda y apuntala para lo que, según muchos, sería el regreso irreversible (por lo menos por algunas décadas o lustros) del PRI al poder del Estado mexicano.
Los meses que vienen serán decisivos para saber si ese escenario se confirma.