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Denuncian la situación con altas dosis de ingenuidad
Los obispos intervienen a poco menos de un mes para las elecciones presidenciales.
Lunes 17 de marzo de 2008, por ER. Asunción
La 182ª Asamblea Ordinaria de la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP) ha dado como fruto dos documentos relativos a la situación de Paraguay. Siguiendo la estela de San Agustín en La Ciudad de Dios («¿qué es el Estado sin justicia sino una banda de ladrones?») los obispos se ha dispuesto a denunciar todo aquello que consideran necesitado de profundas reformas en la República del Paraguay.
Por lo pronto, según los obispos, «no se aplica la democracia participativa» pese a estar consagrada en la Constitución. Según los prelados paraguayos se hace necesario reformar totalmente la Constitución para perfeccionar el funcionamiento de las institutciones y el equilibro de Poderes del Estado. Si antaño la Iglesia excomulgó a los liberales secuaces de Montesquieu [1], hoy los obispos católicos ven cómo algo maravilloso la distinción de poderes. De hecho piensan que la situación de Paraguay podría «mejorar notablemente si cada poder ejerciera sus atribuciones constitucionales a cabalidad y a plenitud, con auténtica independencia institucional y funcional».
Con ingenuidad también critican que los Tribunales estén influidos por los poderes políticos y que los partidos políticos usen dinero público para sus campañas políticas —los obispos no parecen percatarse de que si no usan dinero público usaran el privado y tendrán que servir a aquellos que les pagan—. Pero acaso el momento más ingenuo de la intervención episcopal fue al denunciar la crispación y el enfrentamiento entre los candidatos a la presidencia en una especie de llamada al entendimiento.
Afirmaron además que «debemos erradicar esa forma corrupta de hacer política en base al clientelismo» presente, según los obispos, en las zonas rurales que «no eligen, sino que es arreado domesticamente a votar».
Los obispos no han querido apoyar explícitamente a su ex-compañero Fernando Lugo, ex-obispo de San Pedro y candidato por la Asamblea Patriótica para el Cambio. Aunque han dejado bien claro a aquellos que lo dudaban de que «Un obispo de la Iglesia Católica continúa siéndolo para siempre, según el Código del Derecho Canónico».
[1] La obra de Montesquieu estuvo en el Indice de Libros Prohibidos antes incluso de su muerte en 1755