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Algunas lenguas sólo permiten su uso a los musulmanes
Desde siempre el Islam no ha tolerado que le disputen ni los conceptos siquiera
Jueves 14 de enero de 2010, por ER. Yakarta
La controversia sobre el empleo del nombre Alá en las publicaciones cristianas se inició hace más de tres años en los tribunales y ha estallado a principios de este nuevo año con virulentos ataques contra los cristianos y también contra otras religiones. Esta cuestión parece que se prolongará mucho más tiempo, ya que a la Alta Corte, que fue la que dictó sentencia favorable a los cristianos para inmediatamente retractarse ante el recurso del gobierno, se suman otros grados como el Tribunal de Jurados (donde el gobierno presentó recursos) y la Corte Suprema.
En realidad, la controversia se remonta, por lo menos, quince años atrás, cuando el semanario católico Herald inauguró sus publicaciones en la lengua bahasa, la mayoritaria de Malasia, en la que la única traducción del nombre Dios es Alá , igual que sucede con la Biblia en lengua árabe. El semanal, que también dispone de ediciones en inglés, tamil y chino para llegar a toda la población malaya, topó con un obstáculo insuperable: el bahasa es una lengua históricamente islamizada (al igual que el árabe) y no había lugar en ella para términos de uso cristiano. Sólo desde un presunto armonismo y panfilismo que considera a las religiones de libro como iguales podía suponerse que Alá era equivalente a Dios.
Y así fue que, tras más de diez años de problemas por esa curiosa traducción, el gobierno de Malasia, formado por el Frente Nacional, coalición de partidos dirigida por el UMNO (Organización Nacional de Malayos Unidos) decidió en el año 2006 anunciar que impediría a las publicaciones cristianas el uso en lengua malaya de Alá para designar a Dios. Todo para contentar a los musulmanes y reducir a ciudadanos de segunda a los miembros de otras confesiones.
Cristianos inician proceso de defensa
Sin embargo, a finales del año 2007, tras meses de disputas y la recepción del aviso del Ministerio del Interior malayo que veta el uso del término Alá en sus publicaciones o la extinción de las mismas en lengua malaya, la Iglesia católica decide recurrir a la Alta Corte. Las misivas de amenaza ministeriales, con prohibición oficial, siguieron durante el año 2008, cuando la Iglesia presentó oficialmente su recurso. A comienzos del pasado año, el gobierno permitió que se publicase el Herald Weekly en lengua malaya, pero omitiendo el término Alá .
Aunque pronto les concedió su uso para publicaciones exclusivamente dirigidas a cristianos, en marzo del pasado año volvió a prohibirlo hasta que se produjera el pronunciamiento de la Alta Corte. Poco antes de que la Corte fuera a dictar sentencia, fueron secuestradas miles de biblias procedentes de Indonesia: usaban el término Alá para referirse a Dios. Obviamente, era del todo falso falso que se permitiera a las publicaciones «exclusivamente dirigidas a cristianos» usar el término Alá para referirse a Dios.
El fallo de la Alta Corte, en diciembre de 2009, pese a todas las garantías formales que se presentaban (inconstitucionalidad de las restricciones a los cristianos malayos), se sabía que estaría politizado por un gobierno que arguía que usar el término Alá para referirse a Dios era un insulto a los musulmanes, fieles de la religión oficial del país, el Islam. Y lo cierto es que así fue: la Alta Corte falló inicialmente a favor de la Iglesia católica, para retractarse inmediatamente después ante el recurso del gobierno que suspendió cautelarmente la sentencia.
Nada más comenzar el año 2010, la red social de Facebook se inundó de grupos de musulmanes que animaban a protestar para defender el nombre de Alá. Las protestas incluyeron acciones como la quema de iglesias cristianas e incluso de otros cultos hinduístas. Incluso se produjeron ataques informáticos a páginas web de dichas iglesias.
¿Cuestión de nombres? Para nada
Algunos pánfilos afirman que el problema malayo es simplemente uno más de quienes no se dan cuenta que hablar de Alá, Dios o Yavéh es una mera cuestión de nombres. Pero si así fuera, si todos los nombres significasen lo mismo, ¿por qué esa rígida censura cada vez que un cristiano usa el nombre de Alá para referirse a Dios, o por qué cada vez que se invoca a Cristo los musulmanes han de tachar el término y sustituirlo por el de «Profeta»?.
Como es natural, estas censuras se deben a que Alá no es un mero nombre, sino un concepto histórico que ha moldeado y aún moldea a miles de millones de personas en el mundo. Un concepto que determinadas lenguas, ligadas a la predicación del Islam (el árabe o el malayo, como hemos visto en este caos) identifican con Dios y que no toleran su traducción al Dios cristiano, ese que se hizo hombre en el cuerpo de Cristo y, según los términos del fanatismo islamita, forma parte de una religión politeísta. Y que conducen a la censura de cualquier representación de Dios.
Por lo tanto, el problema de los cristianos en Malasia seguirá indefinidamente, pues si se les prohíbe usar la lengua mayoritaria del país para sus publicaciones, en la práctica se les prohíbe predicar el cristianismo al nivel de toda Malasia y por lo tanto se les reduce a ciudadanos de segunda categoría. La constitución malaya reconoce la libertad de cultos formalmente, pero materialmente sólo el Islam es religión oficial. Y pobre de aquel que intente sostener lo contrario.