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En el marco de la cumbre de Cancún: visita del presidente de Bolivia los días pasados
La Ciudad de México lo saluda como Huesped Distinguido
Martes 23 de febrero de 2010, por ER. México
Del mismo modo en que San Ignacio y Sancho Panza coincidían materialmente al limpiar su caballo pero sin que pudiera darse la coincidencia formal, pues mientras que el primero lo limpiaba por la gracia de Dios, el segundo lo hacía porque estaba sucio, la visita reciente de Evo Morales convocó en torno suyo a diversidad de movimientos sociales y de figuras políticas e institucionales de la ciudad México (fundamentalmente), que en su conjunto sí que ofrecieron una coincidencia rotunda (material y formal) en cuanto a la simpatía y apoyo decidido -solidario, fue la divisa general- al Presidente Morales y a su gobierno recientemente re-elegido (finales del año pasado), con un 64% de la votación total.
En efecto, mientras que la plana mayor del movimiento indigenista y de la metafísica de los pueblos originarios hubo de congratularse por recibir a quien, según se afirmó, se considera como el "único hombre reconocible de toda América porque es el único que nos escuha", y de alguien cuyas aportaciones a la democracia dan muestra de la manera en que deben incluirse en una nación a los sectores indígenas, sus valores culturales y su idiosincrasia; mientras tenían lugar este tipo de adhesiones populares, el jefe de gobierno de la ciudad de México, Marcelo Ebrard, destacó más bien la relevancia que comporta el hecho de que haya sido en el gobierno de Morales cuando nacionalizaciones tan importantes como la de los hidrocarburos o el agua hayan tenido lugar, rematando sus comentarios con la afirmación de que el de Evo es un ejemplo de que sí es posible llevar adelante un gobierno nacional y popular que, al tiempo de defender los intereses populares, conduzca sus acciones en el marco de instituciones republicanas y democráticas.
Para unos, Evo Morales es el representante de todos los pueblos originarios de América y de su lucha, mientras que para otros es el jefe de Estado de una nación política republicana a través de cuyo gobierno fue posible apuntalar la soberanía nacional tan mitigada por imperialismos contemporáneos de variada procedencia.
Limpiar el caballo por la gracia de Dios y limpiarlo porque está sucio es la metáfora de tan dispares interpretaciones -del cielo a la tierra- de una misma figura política, la de Evo Morales, pues mientras que en el delirio metafísico de la multinacionalidad de Bolivia y los pueblos originarios -habiéndose reconocido más de 30 nacionalidades en su última Constitución: ¡treinta!- el mito de la Cultura lo anega y confunde todo, desde otros puntos de vista lo que se privilegia es la perspectiva del estado nacional político y republicano desde cuya paltaforma social y popular se ha podido dar lugar a un proceso de transformación de importantes aunque -por muchas razones- también desconocidas consecuencias.
La perspectiva de ER.México, como se sabrá, es siempre y sobre todo la segunda, considerando a la primera como una de las más lamentables derivas ideológicas en las que ha desembocado la izquierda heredera de una de las revoluciones americanas más importantes de la historia contemporánea: la revolución nacionalista boliviana de 1952.
Del Pachamama a los jacobinos o a los liberales hispanoamericanos, no se diga a Marx, Lenin o el nacionalismo de Cárdenas, hay una distancia de cientos de miles de leguas que hace prácticamente imposible que nuestra simpatía sincera por Evo Morales y su trayectoria sin duda admirable, no esté a unos pasos nomás del escepticismo ante lo que el futuro le depara a un gobierno como el suyo.
Desde nuestra perspectiva, el mayor de los éxitos para Evo, siempre y cuando sepa mantener la línea de flotación de la racionalidad política a la que nos adherimos con los pies bien firmes sobre la tierra.